José M. García Montes, Flor Zaldívar Basurto, Margarita Moreno Montoya y Pilar Flores Cubos

Universidad de Almería

A pesar de que existe una abundante investigación sobre el tema, todavía no están claras las causas por las que una persona, en un momento dado de su vida, puede llegar a desarrollar esquizofrenia. En general, se supone que existe una cierta predisposición genética al padecimiento del trastorno que, para desarrollarse de hecho, requiere también la presencia de factores ambientales que se están estudiando. Así, por ejemplo, siguiendo la investigación de Bentall, Wickham, Shevlin & Varese (2012), brillantemente resumida en números anteriores de Infocop Online, los niños sometidos a experiencias estresantes son tres veces más propensos a desarrollar esquizofrenia en la edad adulta que aquellos que no lo han sido.
Entre estos factores vitales, vinculados con el padecimiento de algún desorden del espectro esquizofrénico, otro muy contrastado por la investigación, es el consumo de drogas. Sin embargo, no está claro si tomar drogas favorece la aparición de la esquizofrenia o, por el contrario, la gente con esquizofrenia, o con vulnerabilidad a padecerla, consume drogas para aliviar algunos de los síntomas que presenta. Por lo que respecta a algunas sustancias en concreto, como el cannabis, se han llevado a cabo estudios longitudinales que parecen indicar que un uso temprano de esta droga hace más fácil que la persona acabe desarrollando posteriormente esquizofrenia, respaldando así la hipótesis de que el consumo de drogas es un factor que en individuos vulnerables puede conducir al desarrollo de un trastorno esquizofrénico (Arseneault, Cannon, Poulton, Murray, Caspi &  Moffit, 2002).
En este contexto, nuestra investigación ha pretendido averiguar si existe alguna relación entre el consumo auto-informado de drogas que realiza población universitaria general y ciertas variables psicológicas que son indicativas de una predisposición a la esquizofrenia. En concreto, nos hemos centrado en tres drogas de un uso relativamente frecuente en la edad juvenil: alcohol, cannabis y cocaína. Y hemos considerado tres variables que pueden revelar la presencia de una predisposición psicológica a padecer esquizofrenia: la esquizotipia, la predisposición a las alucinaciones y la fusión pensamiento-acción.
En efecto, la esquizotipia se puede considerar la “hermana menor” de la esquizofrenia y los datos existentes son contundentes a la hora de entender que es un claro marcador psicométrico de vulnerabilidad al trastorno.
Por lo que se refiere a la predisposición a las alucinaciones, habría que decir que uno de los síntomas más característicos de la esquizofrenia es, precisamente, la presencia de alucinaciones. Aunque entendemos que en la población universitaria es poco frecuente la presencia de alucinaciones, sí puede darse un grado mayor o menor de predisposición a padecerlas, como han mostrado Fonseca-Pedrero, Lemos-Giráldez, Paino, Sierra-Baigrie, Villazón-García, García-Portilla & Muñiz (2010).
En relación con la fusión pensamiento-acción, este concepto hace referencia a la tendencia que muestran algunas personas a considerar equivalentes sus pensamientos y sus comportamientos. Por ejemplo, una persona puntuaría alto en fusión pensamiento-acción si considera que es tan malo pensar en matar a alguien como matarlo de veras o si cree que pensar en que va a suspender un examen hace más probable que de hecho suspenda. Esta variable se ha incluido debido a la tendencia que tienen los pacientes esquizofrénicos a estar muy controlados por el tipo de pensamientos que tienen, perdiendo de vista, en ocasiones, la situación en que de hecho se encuentran.
Pues bien, hemos investigado las relaciones entre el consumo de alcohol, cannabis y cocaína y estos tres factores vinculados con la esquizofrenia en 308 estudiantes, de diversas titulaciones, de la Universidad de Almería. Los datos que hemos encontrado vienen a respaldar la idea de que existe una relación entre el consumo de estas drogas y la vulnerabilidad psicológica a la esquizofrenia.
En efecto, las personas que muestran un perfil de consumo de riesgo  al  alcohol y al cannabis también presentan niveles (puntuaciones) mayores de esquizotipia. Sorprendentemente, hemos hallado que cuanto mayor es el consumo de cannabis mayor es la predisposición a las alucinaciones. A este respecto conviene tener en cuenta que uno de los síntomas de esta droga es, precisamente, la presencia de alucinaciones en diversa modalidad sensorial (principalmente auditiva y visual), bajo sus efectos.
También hemos encontrado que el consumo de las tres drogas se relaciona con un aspecto de la esquizotipia conocido como “anhedonia introvertida” y que se refiere, de forma general, a los aspectos negativos de la esquizofrenia y, más en concreto, a la incomodidad que algunas personas sienten ante el contacto con otros y la incapacidad para obtener placer de las actividades cotidianas. Creemos que este es uno de los datos más interesantes y novedosos y que merece la pena destacar de nuestro trabajo. Así, este resultado podría estar apuntando hacia uno de los factores que estaría explicando la relación tradicionalmente estudiada entre consumo de drogas y esquizofrenia.
Aunque a partir del diseño que hemos utilizado no se puede concluir ninguna relación causal, hemos propuesto la posibilidad de que los jóvenes que consumen drogas vayan separándose del resto de sus amigos y vayan disfrutando menos de las actividades que no están vinculadas con el consumo, entrando en una espiral de aislamiento social, consumo de drogas y experiencias inusuales que, finalmente, les puede llevar a presentar el tipo de conductas que caracterizan a la esquizofrenia.
Esta explicación vendría a sugerir también la conveniencia de utilizar programas de prevención, o en su caso tratamiento, que se centren en la realización de actividades con otras personas al margen de las drogas. Igualmente, al haber encontrado algunas relaciones entre el consumo de las sustancias estudiadas y la fusión cognitiva, hemos propuesto la posibilidad de utilizar técnicas basadas en un distanciamiento de la persona con respecto a sus pensamientos, como las propias de Mindfulness o la Terapia de Aceptación y Compromiso.

El artículo completo puede encontrarse en la Revista Psicothema:

García, J.M.; Zaldíval, B.; Moreno, M. y Flores, P. (2013) Relationship between drug use and psychopathological variables of risk in university students. Psicothema, 25 (4), 433-439.